Por Robert J. Tamasy
Las personas van a trabajar por muchas diferentes razones. Una primera razón es para ganar un sustento - poner comida en la mesa, un techo encima de sus cabezas, pagar sus cuentas, y lograr su deseado estilo de vida. Sin duda, el trabajo nos da algo que hacer - una forma de usar e invertir nuestro tiempo de manera regular.
El trabajo también puede darnos un sentido de autoestima, la satisfacción de ser capaces de lograr algo que vale la pena - sobre todo si involucra tareas para las que usted es único o está especialmente equipado. Si usted tiene trabajo que disfruta, entonces está entre la minoría afortunada de trabajadores - un grupo muy feliz. ¿Pero ha ido alguna vez a trabajar anhelando un reconocimiento, o esperando ganar honores o premios que significarían que usted es el mejor - o uno de los mejores - en su compañía, o incluso en su profesión?
Cuando estaba editando una revista, me gustaba asistir a un evento cada año con su publicista. Una noche al año que incluye una premiación donde se evalúan revistas, escritores y editores y se honran en varias categorías. De vez en cuando nuestra revista ha recibido una distinción, y eso me satisfacía. ¿Pero ha pensado alguna vez en la fugacidad del reconocimiento - incluso en las competencias más prestigiosas?
Por ejemplo: ¿Puede nombrar a los jugadores seleccionados como el Jugador Mas Valioso en los últimos cinco Súper Tazones? ¿O los equipos que ganaron los últimos cinco campeonatos mundiales? ¿Puede nombrar a las mujeres seleccionadas para representar a su país en los últimos cinco eventos de Miss Universo? ¿Y qué hay de los últimos cinco ganadores del Nobel Premio en economía, ciencias, o en algún otro campo? ¿Cuáles fueron las últimas cinco películas en recibir el Premio de la Academia de este año?
Podríamos pensar en otros ejemplos. Nos gusta el reconocimiento. Nos afirma, haciéndonos sentir valiosos y significativos. Pero los premios y reconocimiento son fugaces, se olvidan pronto. El aplauso se marchita, las buenas sensaciones desaparecen, y todos buscan a la nueva "estrella". Como dijo el Rey Salomón, el escritor del libro de Eclesiastés del Antiguo Testamento, "todo es de vanidad, es correr tras el viento" (Eclesiastés 2:17).
¿Significa eso que la búsqueda de la excelencia y la realización personal es inútil, una pérdida de tiempo y esfuerzo? La Biblia nos dice que esforzarnos por dar nuestro mejor esfuerzo es importante, pero importan más nuestras motivaciones:
Haciéndolo para un público de uno. Las personas - incluso nuestros patrones y compañeros - son inconstantes. No podemos agradarlos todo el tiempo. Por lo que necesitamos asegurarnos que estamos trabajando por la aprobación de la persona correcta. "Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo... Ustedes sirven a Cristo el Señor:" (Colosenses 3:23-24).
Recibimos elogios de Dios. A veces en el mundo real, nuestro mejor trabajo lo pasan por alto o es ignorado. Pero la Biblia nos asegura Dios nota todo lo que hacemos para Él y está dispuesto a premiarnos por el servicio consagrado. "Su señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. …" (Mateo 25:21,23).
Ganamos reconocimiento que permanece. El problema de muchos premios y honores es que pierden valor y brillo con el tiempo. El reconocimiento de Dios, sin embargo, nunca se marchita o pierde valor. "Así, cuando aparezca el Pastor principal, ustedes recibirán la corona de la gloria, una corona que jamás se marchitará" (1 Pedro 5:4).
Robert J. Tamasy es vicepresidente de comunicaciones para el Legado de los Líderes, Inc., una corporación de no lucrativa en Atlanta, Georgia, E.E.U.U. Coautor, con David A. Stoddard, El Corazón de Mentor: 10 Principios Probados Para Que Las Personas Desarrollen Su Potencial Más Pleno (NavPress), y es el autor del libro recientemente publicado Negocios al Máximo - la Sabiduría Eterna de los Proverbios para los Negocios de Hoy (Rever Pret). Más información, vea www.theheartofmentoring.com o
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